Saturday, April 10, 2010

Lecciones de un guerrero viajero


Si no tuvieron la oportunidad de escucharnos en vivo en KPRZ cuando entrevistamos a Laetitia Gotte, una misionera francesa que trabaja en Rumania con los niños de la calle que literalmente viven en las cloacas de la ciudad de Bucarest, puede escucharla por Internet al hacer clic aquí. Fíjese que también tenemos más de 100 programas disponibles en iTunes, todos gratuitos. Además, mire nuestra Cronología de la Historia del Cristianismo, que le dará un panorama cronológico de los diferentes sucesos históricos y de personajes claves. No estamos hablando aquí de un grupo de hombres muertos nomás, pero de una historia verdaderamente viva donde involucramos la perspectiva del Espíritu Santo.

Aunque nosotros mismos somos de Estados Unidos y Laetitia y sus compañeros son de Francia, de alguna manera nos hallamos encaminados todos juntos en un viaje que cubriría más de 6000 km., atravesando varios países en particular en Europa del Este, en un pequeño Volkswagen Golf donde íbamos como sardinas en lata, con valijas, ropa y cosas amontonadas hasta el techo. Habíamos estado viajando día y noche ya por varias semanas y sin descanso, intentando dormir en algunas de las circunstancias más difíciles que uno se pueda imaginar, pero igual seguimos todos amigos.

Al llevarla a predicar y ministrar junto con nosotros, y al realizar la entrevista en la radio con ella cuando Laetitia nos visitó aquí en California, nos acordábamos de las muchas aventuras que tuvimos todos juntos en ese viaje misionero tan arduo y emocionante.

Un recuerdo en particular fue de una noche que fue especialmente dura. Ya habíamos estado viajando en el autito ese día más de 8 horas, atravesando los montes de Rumania y descendiendo hacia las llanuras de Hungría, cuando finalmente paramos por el Lago Balatón para descansar un rato. Después de todas esas horas de viaje, yo ya estaba harto de estar sentado todo apretujado en el pequeño coche, especialmente dado el hecho de que ya habíamos estado viajando de esa manera por un par de semanas. Y aun, después de comer algo y caminar un ratito, nos subimos nuevamente al coche y emprendimos camino tan apretujados cómo habíamos estado antes.

Diez horas más tarde, después de haber pasado a través de Eslovenia y cruzado la frontera hacia Italia, nos hallamos en grandes aprietos. El reloj ya estaba por marcar las dos de la mañana y no encontrábamos donde pasar la noche. Resulta que sin saberlo, habíamos decidido arribar en unas de las zonas más turísticas de Europa durante la temporada alta cuando por supuesto todo ya estaba lleno.

A nadie dentro del coche le quedaban fuerzas para seguir conduciendo, y, sin otra alternativa fue que entonces decidimos pasar la noche en uno de los lugares más inhospítos, una parada de camiones. No sólo había luces encandilantes que brillaban sin cesar, dándole al lugar el aspecto de una parada de revisión aduanal, sino también el alboroto de los camiones que entraban y salían, entraban y salían toda la noche sin parar. Eso, junto con el hecho de que cada camión parado tenía su propio generador prendido y rugiendo, me hizo sentir como que estaba tratando de dormir en medio de una pista de aterrizaje o algo por el estilo, el lugar más indicado para tratar de hallar unas pocas horas de descanso.

Ya había estado dentro de ese coche 10 horas más de las que pensaba que podría aguantar, y no me agradaba mucho el hecho de que era aquí donde íbamos a pasar la noche. Ya estábamos agotados por la falta de sueño las noches anteriores, y suele ser en estos momentos en medio de estos viajes cuando Dios nos enseña algunas de las lecciones más importantes.

Lo último fue cuando el hermano de Laetitia que era el que estaba conduciendo cuando paramos, agotado y sin más fuerzas, bajó su asiento sobre mis piernas, dejándome sin espacio para acomodarme y dormir. Fue en ese momento cuando mi carne y alma fueron estirados al máximo.

—Ya he pasado 18 horas en este auto y no voy a pasar un minuto más apretujado así, —protesté entre los ronquidos de los demás. Me bajé del coche y me acosté sobre la vereda. Duré unos pocos segundos sobre ese cemento y supe que esto no era nada mejor.

Finalmente me fijé que había un poquito de césped al fondo de la parada y caminé hacia allá. Me hice una cama con unas toallas y mantas que tenía y me acosté a dormir.

Seguro que esta no era una buena idea, estar acostado ahí sobre el césped en medio de una parada de camiones en el extranjero. Pero por lo menos la superficie era lisa, blanda y no era el auto; eso era lo único que me importaba en ese momento.

Bajé la cabeza en agotamiento sobre unas toallas y dije, —Señor, ¿que nos estás haciendo aquí? —

En ese momento me acordé de un dicho de unos guerreros de nuestra época llamados los Navy Seals quienes enseñan en su entrenamiento militar intensivo: “Puedes aguantar diez veces más de lo que te dice tu mente y lo que piensas que puedes.” En mi situación, yo había aguantado diez horas más de lo que pensaba que podía ese día y el Señor me lo recordó. El Señor me había dirigido a leer algunas de sus cosas para prepararme para algunas de las privaciones inevitables que suelen ocurrir en viajes misioneros en estas localidades lejanas y salvajes, y ahora todo esto lo estaba aplicando directamente a mí situación.

El Señor entonces me habló: —Eres un guerrero y no sólo vas a aguantar esto pero vas a crecer a través de esta situación.— Y de repente sentí la gloriosa presencia de Dios que ordenaba a unos ángeles guerreros a tomar guardia alrededor mío. Pude sentir la presencia asombrosa de Dios de una forma excepcional y la presencia de sus ángeles guerreros, y finalmente caí en un sueño profundo y pude descansar bien.

A pesar de que solo fueron unas pocas horas de descanso, de repente ya era la mañana y y la hora de despertar. Nos tomamos unos ricos cafecitos italianos y nos emprendimos viaje hacia la famosa ciudad de Venecia que justo se encontraba muy cerca de allí.

Al caminar por la ciudad de Venecia esa mañana, disfrutando de las vistas y sonidos de la famosa ciudad sobre el agua, me pregunté, “¿De dónde cobré las fuerzas para andar toda la mañana después de la noche que pasamos?” Y fui recordado una vez más, “Puedes aguantar diez veces más de lo que piensas que puedes.”

Perseverar y perdurar a través de pruebas y tribulaciones es algo que fácilmente olvidamos en el cristianismo superficial de nuestra cultura moderna. A veces necesitamos recordar que personas como Pablo el apóstol sufrieron todo tipo de privaciones por la causa de predicar el evangelio. El tuvo que aprender a perseverar, como nosotros lo debemos hacer, y perdurar a través de todo tipo de pruebas y tribulaciones para entonces llegar al lugar donde ciertamente nuestras pruebas se convierten en oro.

Thursday, April 1, 2010

Reflexiones de Semana Santa



Uno de los juicios más dramáticos de la historia se desarrolló cuando el hijo de un carpintero se paró delante de un hijo del glorioso Imperio Romano. Pilato, sorprendido por la denuncia levantada en contra del mismo Rey de Gloria, no llegó a percatarse de la verdadera gloria delante de él, si no que asintió a que el Hijo de Dios sea crucificado como delincuente común, a pesar de que Pilato lo había declarado inocente tres veces de todo cargo .

  • [Pilato] salió otra vez a ver a los judíos. —Yo no encuentro que éste sea culpable de nada —declaró—. (Juan 18:38)
  • Pilato volvió a salir. —Aquí lo tienen —dijo a los judíos—. Lo he sacado para que sepan que no lo encuentro culpable de nada. (Juan 19:4)
  • —Pues llévenselo y crucifíquenlo ustedes —replicó Pilato—. Por mi parte, no lo encuentro culpable de nada. (Juan 19:6)
Cómo puede ser que un gobernador romano, cuya palabra es ley, pueda haber igualmente permitido que alguien, y mucho menos Jesucristo famoso por sus sanidades y por ayudar a los enfermos y a los despreciados, sea crucificado, cuando él mismo acababa de declarar inequívocamente tres veces que no era culpable de nada, es uno de los enigmas más grandes de la historia.

La respuesta a tales circunstancias enigmáticas y desconcertantes se encuentra en las mismas palabras de Jesús: «Entrego mi vida para volver a recibirla. Nadie me la arrebata, sino que yo la entrego por mi propia voluntad. Tengo autoridad para entregarla, y tengo también autoridad para volver a recibirla.» (Juan 10:17-18)

Cristo entregó su vida para que podamos recibir perdón, redención y vida. Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios. (2 Corintios 5:21) ¡La verdadera redención, misericordia y gracia se encuentran sólo en Él!

(Para aprender más: En este juicio dramático de Jesús delante de Pilato vemos lo desconcertante que es el estado del ser humano: Creado a la imagen de Dios pero tan atado al pecado que debe ser redimido de este estado caído. Por eso es que la cruz es absolutamente necesaria para nuestra salvación, dado a que nuestra depravación es completa. Pero gloria a Dios, Jesús ha venido a pagar el precio para que nosotros podamos ser liberados y recibamos vida--escuche un mensaje que trata este tema a fondo).